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Article La Vanguardia (gener 2011): "Crisis económica y democracia"

 

¿Qué consecuencias políticas de la actual crisis económica para las democracias? ¿Y para el resto de países del mundo? La confección de “índices” de medida sobre la situación de la democracia no es una cuestión metodológica exenta de controversia. De hecho, la misma noción de “democracia” no ofrece una caracterización aceptada universalmente. Hay distintas teorías de la democracia, tanto en el plano normativo, asociado a la realización de determinados valores, como en el plano más empírico e institucional, vinculado a los indicadores elegidos (derechos y libertades, prácticas electorales, situación de las minorías, sociedad civil, medios de comunicación, legitimación de las instituciones, opinión pública, etc). En ambos planos coexisten concepciones más laxas o más exigentes de “democracia”. Sin embargo, puede también decirse que con los índices de carácter comparado ocurre algo parecido a lo que ocurre con los diccionarios: de ninguno de ellos se puede esperar que sea exacto, pero siempre será mejor tener alguno a no tener ninguno. 
 
Lo que sigue son conclusiones generales establecidas a partir de los últimos informes de Freedom House (2010); Human Development Report de Naciones Unidas (2010); Economist Intelligence Unit-Democracy Index (2010); y World Press Freedom Index (2010).
 
En términos generales, puede decirse que desde el estallido de la crisis económica (inicio del 2008) una degradación de la democracia, si bien ello no afecta por igual a todas las regiones del planeta (con algunas excepciones: Mali, Ghana, etc). En términos estrictos, el número actual de países que pueden denominarse democráticos no va más allá de la treintena (18%) que agrupa solo el 14% de la población mundial. Y si rebajamos el listón para incluir como democráticos también a estados que presentan déficits importantes en el funcionamiento institucional, la separación de poderes, las libertades o la práctica electoral, el número de países aumenta (46%) hasta incluir el 50% del total de la población.
 
Agrupando los países del mundo por regiones, el norte de África y Oriente Medio sigue siendo la zona más deficiente en términos democráticos. Se trata de países que no están entre los más pobres, pero la correlación, sin más, entre desarrollo y democracia hoy no resulta ya defendible. Junto a este grupo encontramos al África subsahariana y algunos países asiáticos (Corea del Norte, China, Vietnam, ex-repúblicas soviéticas, Myanmar, etc). Se trata de contextos en los que en los últimos tres años se detecta un mantenimiento o aumento de prácticas autoritarias. Sin embargo, en términos relativos, donde se detecta un mayor retroceso democrático respecto a su situación anterior, es en buena parte de los países de Europa del este, sean o no miembros de la Unión Europea (la mejor situación en este grupo corresponde a la república checa y Eslovenia).
Pero incluso en el grupo de las democracias consolidadas (Europa occidental, EEUU, Canadá, Japón, Australia, Nueva Zelanda, etc) se detecta un retroceso democrático en este período. Ello se refleja, por ejemplo, en una generalizada y creciente desafección política y electoral; en el aumento de la desconfianza en relación a las instituciones (la confianza media en los gobiernos ha pasado del 52% al 41%) y, sobretodo, en relación a los partidos (en promedio, confía en ellos menos del 20% de la población de estos países); en la pérdida de libertades en la lucha contra el terrorismo (EEUU); en el crecimiento de organizaciones de extrema derecha (Suecia, Dinamarca) con un discurso xenófobo de carácter autoritario; o incluso en la erosión de la separación de poderes (Italia, España), o en la presión gubernamental sobre medios de comunicación (Italia). Por otra parte, la política exterior de doble rasero de las potencias occidentales –apoyo a regímenes autoritarios cuando cuentan con petróleo (Arabia Saudí), junto a intervenciones bélicas injustificables (Irak) no ayuda precisamente a la expansión de la causa democrática (véase el reciente ridículo del gobierno español en relación a Marruecos o la inoperancia, una vez más, de la UE ahora respecto a Túnez).
 
Uno de los aspectos más deteriorados desde inicios del 2008 es la situación de los medios de comunicación. Ello es detectable especialmente en la Europa del este, Rusia incluida, en Oriente Medio y norte de África, y también en países de Latinoamérica (Colombia, Venezuela), África subsahariana y sudeste asiático. Y también se detecta en países como Italia y Turquía.
 
La buena noticia, además de los países que incluso han avanzado en términos democráticos en el contexto de crisis, es que esta última pasará y, con ello, se disolverá el marco desfavorable para la expansión democrática. Un requisito para ello es aumentar la consolidación de las clases medias, las cuales ya fueron vistas, primero por Eurípides y luego más elaboradamente por Aristóteles, como el sostén de la democracia en la Grecia antigua, así como la importancia del aumento de la educación (Protágoras). A largo plazo, la expansión democrática, con altibajos, ha marcado la política mundial en los últimos 150 años. Su reclamo tiene hoy fuerza universal, pero los ritmos de su implementación y mejora de calidad aparecen hoy irritablemente lentos en el acelerado contexto del progreso tecnológico actual.

 

 

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