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Article a La Vanguardia (maig 2010 - 2) "Hacia la independencia"

(publicat 7 juny 2010)

 

Desde una perspectiva teórica, la legitimidad de las reivindicaciones independentistas cuenta hoy con un renovado arsenal de argumentos a partir de los valores mismos de las democracias liberales. Y hay que recordar, además, que muchos estados se han formado históricamente a través de guerras, invasiones, cambios violentos de fronteras, etc, todo ello muy alejado de los valores democráticos.

 

Desde una perspectiva práctica, la perspectiva de la secesión puede evitarse si se establecen modelos de carácter “consociacional” o de federalismo plurinacional. En el caso español, sin embargo, todo apunta a que ya han pasado los tiempos en que se creía posible llegar a acuerdos que acomodaran constitucionalmente a los diversos colectivos nacionales que conviven en el estado. El estado autonómico constituye un flagrante fracaso en términos de pluralismo.

 

Hoy estamos sumidos en una profunda crisis económica y política. La primera acabará por pasar; la segunda está por quedarse durante más tiempo. Frente a este panorama, en Cataluña y el País Vasco la independencia deviene un objetivo cada vez más plausible. Se trata de uno de los temas más importantes y decisivos que una colectividad política puede plantearse. No cabe, por tanto, dejarlo a la improvisación o a la frivolidad de análisis superficiales y meramente emotivos. A continuación se indica un decálogo de factores que creo que un movimiento independentista debe procurar establecer o tratar de evitar.

 

Cosas a establecer :

 

1)      Una mayoría social a favor de la independencia. Este es el factor clave. Ello implica una estrategia de las fuerzas políticas y de la sociedad civil para lograr dicha mayoría. Debe reunirse bajo una mismo objetivo a los independentistas convencidos y a los independentistas estratégicos (o instrumentales). La composición de la población de Cataluña es culturalmente compleja. Y es lógico que la independencia siga despertando recelos ideológicos y cierto escepticismo práctico en determinados sectores sociales. Se debe llegar a todos ellos con la máxima transparencia y sin partir de una supuesta superioridad moral.

2)      Un proyecto transversal basado en valores, datos empíricos y proyección de futuro. Razones de peso a favor de la independencia no faltan, más bien sobran. Las hay de carácter económico (déficit de infraestructuras; déficit fiscal catalán alrededor del 10% del PIB -un auténtico expolio en términos comparados que rebaja la competitividad en el mundo global); razones de carácter social –los índices de bienestar de una Cataluña independiente podrían ser semejantes a los de Suecia o Canadá; razones de carácter político -aumento de poder de autogobierno y en la escena internacional; razones de carácter simbólico, lingüístico, cultural, deportivo, etc.

3)      Un pacto entre las fuerzas políticas catalanas y de la sociedad civil favorables a la independencia que recoja, no solo el objetivo final, sino los principales “estaciones intermedias” del recorrido. Un pacto abierto a otras fuerzas y sectores sociales (En los tiempos de la revolución americana se decía “United we stand, divided we fall”)

4)      Un liderazgo claro del proceso que sea identificable en términos sólidos y creíbles, tanto por los actores políticos nacionales como internacionales.

5)      Referéndum. El referéndum es un instrumento, no un fin en sí mismo. Previsiblemente su organización será cosa exclusiva del Parlament i del Govern de la Generalitat. La legalidad española no lo permitirá jamás. Por tanto, llegado el momento no deberá hacerse a través de esta última, sino a pesar de ella, contando con complicidades y observadores internacionales. Debe organizarse desde el consenso de la mayoría de fuerzas políticas catalanas y cuado existan claras posibilidades de un resultado favorable a la independencia.

 

Cosas a evitar :

 

6)      El “independentismo emotivo de reacción”. Aquél que solo responde a una agresión concreta (por ejemplo, la sentencia del TC), pero que se diluye al cabo de pocos días como espuma de cerveza.

7)      El “independentismo adolescente”. Aquél que quiere tenerlo todo ya en el primer momento, pero que se muestra incapaz de calcular los costes de las iniciativas, y de establecer prioridades, alianzas y estrategias a medio plazo.

8)      El “minifundismo organizativo”. El mundo independentista actual cuenta con una miríada de grupos minúsculos, plataformas personalistas enfrentadas, etc, que erosionan la imagen y eficacia del movimiento político que defienden.

9)      “El independentismo con adjetivos”. La vinculación de la independencia a que ésta vaya acompañada de adjetivos, como “de izquierdas”; “ecológico”, “de mercado”, etc. Ello confunde el objetivo sustantivo, la independencia –que necesariamente es “nacional”, es decir, transversal- con los aspectos a reivindicar una vez se consiga la independencia.

10)  Que el Parlament implemente Iniciativas Populares de referéndums inmediatos que no cuentan con la necesaria complicidad de los partidos catalanistas ni con garantías de éxito electoral.

 

Un movimiento en favor de la independencia constituye un tema de gran calado político que requiere compromisos sólidos en el objetivo y en la estrategia a seguir. También implica tejer alianzas internas e internacionales y, sobre todo, un trabajo que asegure una mayoría social favorable al proyecto. Todo ello es posible, pero requiere profesionalidad, optimismo, razonabilidad argumentativa y racionalidad estratégica. En caso contrario, el proceso probablemente abocaría en una frustración colectiva durante décadas.  

 

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